Sálgase
de la rutina y practique un turismo distinto al que
ha realizado hasta hoy. Humildes y esforzadas comunidades
guanacastecas, tienen la clave para que usted viva la
verdadera Costa Rica
¿Busca
un lugar donde pueda conocer los rincones más auténticos
de nuestro país, sin renunciar a la posibilidad de visitar
los destinos tradicionales?
No
lo piense mucho y decídase a redescubrir el sur de Guanacaste.
En esta tierra, de excelente clima, lo aguardan hermosas
playas, ardiente sol y mareas tranquilas, junto a varios
de los proyectos de turismo rural comunitario más interesantes
del país.
Enclavada
en la Península de Nicoya, dicha región es un edén del
turismo clásico y un verdadero paraíso del turismo rural
comunitario, donde gentes sencillas pero emprendedoras
le permitirán descubrir y vivir la auténtica Costa Rica.
Allí
se desarrollan iniciativas perfectamente enlazadas con
los intereses comunales, turísticos y la conservación
del medio ambiente. Éstas funcionan en pequeños pueblos
y le ofrecen al turista la posibilidad de disfrutar
de nuestras riquezas naturales, al tiempo que ayuda
a conservarlas.
Tales
comunidades brindan una posibilidad diferente de hacer
turismo, sin negar la opción de visitar destinos tradicionales,
pues están bastante cerca de algunos de los centros
más concurridos.
Comunidades
solares
En
las secas llanuras de la península nicoyana, camino
a Guaitil, es posible conocer de cerca el uso de la
energía solar para la cocción de alimentos. Se trata
de un proyecto llamado La Casa del Sol, el cual impulsa
la Fundación Sol de Vida.
Dicha
fundación la integra un grupo de mujeres que se organizó
para contribuir con la protección, y la conservación
del medio ambiente mediante la construcción de cocinas
solares, que son hornos de madera en los que es posible
cocinar sin emplear electricidad, gas ni leña, ya que
la única energía que necesitan es la proporcionada por
el Sol.
El
proyecto contempla un centro de exposiciones sobre las
tecnologías solares y se ofrecen charlas acerca de su
empleo y aplicaciones en Costa Rica (paneles, refrigeradoras,
calentadores de agua).
La
visita a este proyecto le permitirá degustar de una
riquísima comida preparada en las cocinas solares, mismas
que se elaboran con base en recetas debidamente probadas
por sus propulsoras.
Este singular sitio es mucho más vibrante en
febrero, debido a que durante ese mes los pobladores
celebran una fiesta dedicada exclusivamente
al uso de sus cocinas. |
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Las actividades se prolongan a lo largo de una
semana y combinan aportes científicos populares
con las contribuciones científicas académicas. |
La montaña en la playa
En
la cuenca hidrográfica del Río Nosara hay una reserva
de 800 hectáreas con senderos y una gran biodiversidad.
Se
le conoce con el nombre de Albergue Ecoturístico Monte
Alto y dispone de cinco habitaciones equipadas con baños
privados, así como bosques primarios, secundarios, charrales
y potreros en regeneración.
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El lugar fue creado por los hojancheños para
restaurar el equilibrio natural en la cuenca
del Río Nosara, garantizar la biodiversidad
y el abastecimiento de agua en la zona.
Sus límites, además, albergan un jardín de orquídeas
con especies nativas como la guaria morada,
toritos, oreja de mula, mariposas y encyclias.
También sobresale la presencia de aves residentes
y migratorias (106 identificadas), senderos,
variedad de flora y fauna, cataratas y un mirador
con una espectacular vista al Golfo de Nicoya,
las bajuras guanacastecas y las costas del sur.
Monte Alto facilita, asimismo, el disfrute de
ricas comidas típicas, noches a la luz de la
luna con marimbas y bombas guanacastecas, o
tours nocturnos y diurnos para ver la vegetación
y los animales regionales.
También se organizan visitas a un trapiche,
un museo de vestigios históricos, restos de
asentamientos agrícolas del siglo XIX, plantaciones
y procesos productivos de café, hortalizas y
dulce.
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Comunidad sostenible
En
el Hotel Punta Islita se desarrolla una experiencia
cultural y comunal única, cuyo eje diferenciador es
el arte.
Allí
se impulsa un encuentro cultural entre los más importantes
artistas contemporáneos costarricenses con los pobladores
de Islita, muchos de los cuales laboran en dicho complejo
turístico.
Esto
es posible gracias a que el hotel identificó y seleccionó
a varios de nuestros actuales artistas con probada proyección
internacional (acuarelistas, fotógrafos, actores, músicos
y diseñadores), para que interactúen con los habitantes
de la citada comunidad.
De
esa manera se propicia el surgimiento de nuevos lenguajes
creativos y se contribuye a fortalecer la identidad
de la zona.
La
experiencia funciona en dos vías: le permite a los creativos
pobladores entrar en contacto con los artistas urbanos,
y a éstos regresar a sus raíces para encontrar valores
de la cultura rural de nuestra nación.
Madre tierra
De
las manos creadoras de los artesanos de San Vicente
cobran vida vasijas, porongos, comales, ollas, jarrones,
tazas, cafeteras y platos delicadamente decorados.
Estas
creaciones conservan el estilo de la artesanía desarrollada
por los antiguos chorotegas y es una de las más tradicionales
hechas en Costa Rica.
Los
pobladores de San Vicente toman la arcilla de vetas
locales, la modelan y tornean. Lo hacen de acuerdo con
una técnica, transmitida de generación en generación,
que les permite transformar la materia prima en verdaderas
piezas de arte, las cuales ponen a la venta en sus casas.
La elaboración de esta artesanía fue tradicionalmente
una labor de las mujeres, pero en la actualidad
participan hombres, niños y ancianos, pues constituye
la principal actividad económica del poblado.
Sin embargo, algunas familias complementan sus
quehaceres con la venta de tortillas, pan casero
y tamales.
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